Espero que este sea mi primer artículo de otros muchos, ya que desde la asociación CESLA pretendemos trabajar en esta línea con todas nuestras fuerzas.
Para aquellos a quienes la expresión “Smart Cities” (ciudades inteligentes) no le suene ya de por sí raro por tratarse de una expresión en inglés intentaré dar una breve pincelada de los que significa.
Las ciudades inteligentes serían aquellas en que el despliegue de sensores de todo tipo, controlados por las administraciones públicas y grandes proveedores de servicios, permitiría monitorizar en tiempo real la vida urbana (clima, tráfico, flujos de personas, contaminación…), lo que posibilitaría una gestión mejor adaptada a las necesidades de la ciudadanía.
Recomiendo por cierto leer el artículo completo de Juan ya que no siempre es oro todo lo que reluce. La definición anterior parece abrirnos a un mundo mejor, pero al mismo tiempo supone, por ejemplo, una inversión fortísima y siempre que esto ocurre hay que hacerse un montón de preguntas como, sin ir más lejos, si esa es lo que más urgente que debe incluir el plan estratégico de nuestra ciudad.
Pero retomando la definición anterior, advertimos que la monitorización conlleva tres partes importantes:
La primera es la generar la información. Es necesario situar sensores, probablemente junto a alguna central de campo con inteligencia propia y luego enviar esa información a alguna parte para su almacenamiento. En esta primera parte es muy necesario poder garantizar al ciudadano que la información que se está generando no atenta contra sus derechos garantizados por la ley, por lo que se hace fundamental que el código que se ejecuta en esa central, la que lee los datos y los envía sea con código abierto, para que cualquier interesado pueda comprobar por sí mismo que ese software hace lo que dice: transparencia total. A las entidades que se ocupan de general la información podemos llamarles productores.
Saludos.